Palabras que aun recuerdo y que rondan constantemente por mi mente, simples pero a la vez con tantos significados.
Aquí estoy, encerrada y esposada en una celda de interrogaciones, de esas que puedes ver en un programa de las 4 de la tarde, los fines de semana. Los típicos chicos buenos, contra los maleantes.
¿Por qué estoy aquí? Mhh, digamos que he sido una niña muy mala. Sobre todo, estas últimas horas no me he comportado “muy yo” y eso es lo que tiene a más de medio mundo extrañado de mis arranques de ira y soberbia, que muy rápidamente me están consumiendo.
-¿Qué pasó? Sabemos que ella estaba contigo -. Me dijo el sujeto que me tenía retenida desde hace ya muchas horas
-¿De verdad quieres saber? -. Lo mire retadoramente y sonreí complacida al ver que el tipo se estaba desesperando por no sacarme la información que necesitaba.
-No te hagas la lista, tenemos pruebas que nos conducen directamente a ti-. El tipo se posó enfrente de mí y me lanzó a la mesa varias fotografías de las cuales ya me daba por enterada. En ella salíamos ella y yo felices, sin preocupaciones, como si fuera un principio.
-Vaya, que buen trabajo inspector, parece que por fin hace algo bien. Debo de admitir que son las mejores fotos que he visto en vario tiempo-. Dije yo ojeando como pude las fotografías, aunque no podía del todo y se me escapaban por las manos.
En ese momento en mi cabeza se avecinaban recuerdos
*FlashBack*
Íbamos caminando por la callejuela bohemia de esos lugares, yo como siempre me perdía un tiempo en mis pensamientos, hasta cuando ella me sacaba de mis cavilaciones con un simple comentario.
-Sabes, eres tierna cuando tienes un semblante tranquilo.- Dijo ella probando un poco del helado que compramos en un establecimiento, en el cual casi me peleaba con el dueño porque no tenían mi sabor preferido. Al final termino convenciéndome de que me comprara algo más para la ansiedad.
-No hagas esos comentarios, que no soy una cría-. Le reclame con algo de sonrojo en mis mejillas.
Ella tenía el poder de manipularme como quería, y yo como esclava de su bella sonrisa y su desmesurado encanto, la obedecía hasta la más mínima y absurda petición.
-Te amo-. Le dije yo, aunque aun no creía habérselo dicho. Aceptémoslo, yo no soy de esas personas que expresan lo que piensan y mucho menos lo que sienten, pero por lo menos esta vez me arriesgué a poner todo mi amor y mis ilusiones en esas dos palabras que tenían un significado inmenso para mí.
-Yo también-. Dijo ella con un distinguido sonrojo que cubría hasta sus orejas. Se veía tan tierna que te provocaría abrazarla.
*Fin FlashBack*
Al recordar estas simples acciones, no puede evitar que me salieran varias lágrimas de felicidad, mezcladas con una infinita tristeza. Para mi ella es mi todo, por lo mismo no me gustaba verla sufrir, y menos cuando yo provocaba eso. Me sentía toda una basura, sentía que no merecía su amor.
-Sé que la amas y por eso debes de decirnos donde esta-. De nuevo el inspector tratando de sacarme información.
-Intente lo que quiera, yo no diré ni una sola palabra-. Me levante de la silla y le di la espalda, mirando mi reflejo en el cristal.
Durante largo tiempo estuvimos intercambiando miradas a través del reflejo del cristal. Pasaron unos minutos de solido silencio, cuando su celular suena.
-La encontramos, estaba encerrada en un almacén-. Escuche que decían por el intercomunicador.
-Sí que son rápidos-. Pensé. –Yo creí que tardarían más tiempo-. Alcancé a decirle al inspector mientras tomaba las su saco del perchero.
-Tienes suerte de que te conozca, porque si no, no tendría piedad-. Me dijo tirando de mi camiseta a manera de reproche. Lo que aproveche para quitarle las llaves del bolsillo del saco.
-Vaya Inspector, que descuidado es-. Me quite las esposas y patee al tipo en la rodilla, sin antes darle una de mis cínicas y retorcidas sonrisas maniacas. –Pero lastima de usted que nunca llegara a salir de este cuarto-. Prontamente me apresure a desarmarlo.
Tome su pistola y le apunte directamente a las sienes, pero antes de que jalara el gatillo, se abrieron las puertas de la sala.
-¿Qué haces? Amor baja el arma-. Me miro ella con los ojos aterrados y con un miedo visible en sus facciones.
Voltee el arma hacia mis sienes.
-Te amo, espero que comprendas porque lo hice y espero que en algún momento me perdones. Te amo, te amé y te amaré hasta la eternidad-. Dicho esto, la bese por última vez y jale el gatillo.
La imagen que vi, fue su cara aterrada y las palabras que alcancé a susurrar fue un “Te extrañaré”